Cuatro
invitados rodean inmóviles la pequeña mesa. Los grandes ojos azules de la niña
miran sin remordimiento al payaso, al que ha puesto de espaldas, aunque sabe
que él no tiene la culpa: sus grandes manos de trapo no pueden sostener la
taza.
—Siempre la
vuelcas, eres un inútil— le dice.
Castiga
también al conejo por meter sus largas orejas de tela en el plato.
— Te quedas
sin postre, por guarro.
A la Barbie,
por sentarse a la mesa con esos pelos
y a Winnie Pooh, por reírse mientras ella habla.
— No sé por
qué me molesto en prepararos la merienda— y muerde el copete de la magdalena—si
siempre tengo que castigaros— dice relamiendo el chocolate que resbala por sus
dedos. — Venga, anda, os perdono— y se limpia las migas después de comerse ella
sola, otra vez, la única magdalena.
(pincha para ampliar)
Ilustración de Carmen Soberado
Debido a mi adicción al género, mientras transitaba por el relato temía un final escabroso, Nieves; o que al menos me rebelara un lado oscuro en la historia. Pero no, y -aunque suene raro- eso es lo que me ha gustado.
ResponderEliminarAhora bien, este micro refleja -a la perfección- el mundo de una niña apresada en un ambiente duro, en el que todo son reproches y castigos.
Tristeza es lo que me llevo.
Gran trabajo.
Un abrazo,
Pues sí, Pedro, es un micro sin sorpresa. La convocatoria de ReC en la que castigaban sin postre al gigante, me había recordado una vez que oí a mi hija castigando a su muñeca con una frase mía y me hizo pensar en situaciones más duras.
EliminarGracias por tu visita.
Un abrazo
Ilustra con claridad que el concepto de repartir en los niños iguala al de los políticos.
ResponderEliminarAcabo de releerlo con ese enfoque y es tal cual lo cuentas: pura actualidad. Gracias, Carlos.
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