Hoy que el tiempo lo permite podemos salir al jardín. Nos sentamos en un banco, bajo los árboles y el olor de las flores te hace sonreír, quizás te recuerda a las tardes en el pueblo, sentada al fresco a la puerta de tu casa.
Como cada domingo, te vengo a visitar y paseamos, vas cogida de mi brazo por el camino de hierba, arrastrando los pies. Me cuentas mil historias de tu juventud y a mí me encanta escucharte como si las oyera por primera vez.
A ratos me miras en silencio, intentando recordarme. A veces, por un instante, recuerdas y entonces lloras y me pides que te lleve a casa. Yo me trago las lágrimas y te prometo que vendré a buscarte y que a partir de ahora estarás siempre conmigo.
Cuando llega la hora de marchar, me despido de ti hasta el próximo domingo con un abrazo, pero me apartas con recelo y me preguntas que si trabajo aquí.
Qué dura realidad la muestras, magistralmente contada.
ResponderEliminarMuy bueno tu relato en cadena.
Besicos muchos.