El
reloj marca las cinco y media, es demasiado tarde ya.
—Ya no vendrá— digo y no puedo evitar un suspiro
que me deja un sabor amargo a punto final.
Mis
ojos recorren el parque por última vez. Hoy haría 50 años, pero no hay aniversarios
para lo que no llegó a suceder. Mientras me ayuda a levantarme, mi nieta me
señala interrogante a un señor sentado un poco más allá.
— ¡Nena, por Dios! Era alto, guapísimo y tieso
como una vara— la regaño al ver a ese pobre anciano calvo y encorvado.
(pincha para ampliar)
Ilustración de Marga Alonso de la Torre/Nieves Torres
Nieves, se me han puesto los pelos de punta. Me ha recorrido un escalofrío antiguo.
ResponderEliminarEl tempo, el tiempo no perdona a nadie... envejece los recuerdos.
Muy buen micro. Bien "representado".
Un beso.
El tiempo pasa y las vidas que no fueron posibles van quedando atrás mientras envejecemos. Quizás es mejor así...
EliminarUn beso
Magnífico micro, Nieves.
ResponderEliminarCon una economía de lenguaje muy bien medida y un final ajustadísimo, nos dibujas una escena que en sí contiene un larga historia de lo que no fue.
Mis aplausos.
Un saludo,
Se podría escribir un libro sobre más de una historia que no fue. Este sería un triste final. Gracias por tu comentario.
EliminarUn saludo
Intrigante comienzo que preludia un encuentro amoroso que no se sabe si se dará. Sorpresiva presencia de un número 50 que me suena muy grande, pero la intervención de la nieta justifica el medio siglo. Para terminar un final que me roba una carcajada por el inocente comentario de la anciana.
ResponderEliminarPero pensándolo bien ¿de que me río? La belleza y el esplendor juvenil, son aves de paso que se marchan con los años para ya nunca más volver.
Así que, no hay que dejar pasar las oportunidades o sino cumpliremos aniversarios de las cosas que nunca hicimos y si acaso cuando ya tarde nos decidimos, nos resulta frustrante darnos cuenta ¿y ya para qué?
¡Buen relato!
¡Saludos!
Buena disección. Para hacerlo más frustrante, yo pienso que ese anciano puede ser él, aunque a ella le parezca imposible, o puede que no sea ¿Quién sabe?.
EliminarUn saludo
Nieves, a veces esperamos una imagen o una persona distinta a la que encontramos, sin reparar que él mismo también te busca sin identificarte.
ResponderEliminarBuen relato de espejos que no se ven.
Abrazos.
Sí,esa era la idea cuando lo escribí, que después de tantos años, la persona a la que buscas ya no existe. Incluso aunque se reconocieran, ya son otros.
EliminarGracias por tu visita. Te leo siempre, aunque no siempre te deje huella de mi paso.
Un abrazo
Qué lindo, Nieves. Es cierto, y tiene que ser, que consevamos a las personas en el recuerdo como eran, se nos olvida que el tiempo debió pasar también para ellos.
ResponderEliminarAbrazos.
Son las trampas que nos tiende el tiempo, que va cambiando la realidad sin que nos demos cuenta, mientras nosotros nos aferramos a los recuerdos.
EliminarUn abrazo
La ilustración representa muy bien el paso del tiempo, esa pareja en la trastienda del bosque, el anciano esperando nada. El relato es triste, pero también refleja lo inmutable de muchos recuerdos. Me gusta, me haces pensar. Por cierto, que no sé que significa la cursiva en boca de la anciana, problema mío, seguro. Venga, nos leemos
ResponderEliminarQué buen trabajo el que te han hecho en La Taberna, felicidades.
EliminarPor cierto, que llevas un tiempo retirada, vuelve.
Gracias por estar ahí siempre, Ximens. Espero volver pronto porque hace tiempo que no escribo ni una línea y lo echo mucho de menos.
EliminarUn abrazo
Me alegro de que te guste y de que seas tan observador. Yo tampoco sé qué hacía la cursiva ahí. Corregido. Gracias por tu aportación.
ResponderEliminarUn abrazo