—El señor marqués se viene conmigo— escupió la
marquesa, con su maldad rancia y estéril, al pasar por delante de nuestra
familia. Nuestra abuela no acusó el golpe; no le cabía ya más dolor. La abuela
le había ganado esa batalla a la marquesa muchos años atrás, cuando el abuelo
dejó de visitarnos a escondidas y apenas volvió ya a la casa principal.
Todos
sospechábamos que la marquesa querría llevarse al abuelo, pero no la
esperábamos en persona. Ninguno levantó la vista del suelo ni cuando mi hermano,
al ver cómo la viuda ordenaba que se llevaran el féretro, anunció con la voz
rota que el diablo en persona había venido a cobrarse el alma.
(pincha para ampliar)
Cuadro de Ignacio Alonso de la Torre
Qué historia contada desde el final. Tremenda, emocionante. Una frase para imaginar una vida: "cuando el abuelo dejó de visitarnos a escondidas y apenas volvió ya a la casa principal". Me ha parecido genial esta forma de explicar el comportamiento del abuelo. A la par de la sentencia final.
ResponderEliminarUn micro magnífico, Nieves.
Besosss
¡Fantástico micro, Nieves!
ResponderEliminarUn texto que refleja costumbres, narrado en una prosa cercana, pagada a la sensibilidad que transmite. Soberbio por cuánto regala al lector para que pueda construir la historia.
Gran trabajo.
Gracias Petra y Pedro, sois siempre muy generosos con vuestros comentarios. No os imagináis la ilusión que me hacen. Un millón de gracias y un abrazo.
ResponderEliminarMenudo bicho, la marquesa. Pues que se le aproveche muerto, ya que vivo lo difrutó La Otra. Con que poquito cuentas toda una vida.
ResponderEliminarAbrazos, Nieves.
Sí que es un mal bicho, haciendo daño hasta el último momento. Gracias por tu visita. Un abrazo
EliminarEl abuelo murió y la marquesa con prepotencia se lleva sus restos. Ella quiere infringir dolor a quienes él tanto amó. Le cuesta darse cuenta que los sentimientos no pueden arrancarse robando un cadáver. Solo es ladrona de un cuerpo inerte cuyo amor por ella ya había muerto hace mucho. En su odio cree que en una tumba lejana puede encerrar y hacer polvo también los sentimientos. Triste dueña de nada, que en su ira no entiende que la muerte solo se lleva la vida, pero nunca lo amado ni lo ya vivido.
ResponderEliminarMe gustó tu relato. Es sencillo, limpio, humano, habla de los amores, dolores, odios, que se manifiestan y se repiten (con otros semblantes) en la sociedad de todos los tiempos.
¡Saludos!
"Triste dueña de nada" creo que la define a la perfección. Gracias por tu comentario.
EliminarUn abrazo